De carbono...

Tus días, tan largos, oscuros, fríos y secos.
¿Acaso llegará la hora en que dejen de serlo?
Tus sueños ahogados en mentiras,
buscan la perfección de las estrellas.
Y tú... Con agonía escondida,
mantienes el silencio perdido en el tiempo
donde concedes deseos prohibidos
para tu alma carnívora y sigilosa.

Tus manos, donde guardas el calor de tu sol,
basados en huesos cristalinos de sal,
tocan el viento que se deja querer,
que se deja amar con el sonido de tus palabras,
que se deja llevar con el vaivén de tus pasos
para terminar hojeando árboles tristes.

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